martes, diciembre 05, 2006


Tengo hipo. Hace tanto tiempo que no me daba hipo que hasta me alegré. Dar pequeños saltos en forma involuntaria es un evento poco común que viene a interrumpir así, de repente, la hermosa rutina de la respiración. El Hipo debe ser un tipo con estilo, que va al trabajo vestido acuadrillé, inquieto y meticuloso- pienso. Comienzo a tratar de predecir su próximo brinco, como si esperándolo pudiera asustarlo. Pero no hay caso; siempre él me toma por sorpresa de alguna forma y terminamos saltando juntos.

Después de un rato no quise tener más hipo. Pensé en las maneras que conocía para deshacerme de él.

Una teoría dice que el hipo se pasa pegándose un papel que tenga letras en la frente, pero el de revista ni de biblia sirve, sólo el del diario. Frente a esta original afirmación pensé que si me ponía un trozo de los avisos económicos en la cabeza don hipo se pondría a leer y se pasaría pronto.

Así y todo, rebuscado como sonaba, acepté que podía ser cierto.

Probé aguantando la respiración, pero no duré mucho tiempo y sentía como don hipo luchaba por manifestarse y dar aunque sea un último salto. Cuando volví a respirar el hipo fue más fuerte aún.

La de los 10 tragos de agua sin respirar es otra. Y así me encontré ahogando al bueno del Hipo y a nadie le parecía raro. Imaginé la chaqueta acuadrillé flotando en diez oleadas de agua. Y al desventurado tipo al fondo, sin aire.

Mejor hubiera sido que me hubieran asustado, así don hipo se hubiera muerto de un infarto y no ahogado, mal que mal el espíritu de don hipo sigue dentro mío y parece que está enojado.





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